El Viaje del Gran Sil

 El viaje del Gran Sil

GRAN SIL, UN VIAJE A LOS SECRETOS DEL NOROESTE Presentación: El viajero siempre soñó con descender el ‘Gran Sil’. Encontrar sus fuentes y viajar como una gota de agua su curso hasta la desembocadura en La Guardia 

Idea y Textos: Alfonso Fernández-Manso
Fotografía: Isidro Canóniga
Mapas: Oscar Fernández-Manso
El viajero siempre soñó con llegar a su Finisterre en el lejano océano Atlántico“Gran Sil” es la historia de su viaje por un río al que la historia le negó su océano. “Gran Sil” es ese gran río galaico-leonés que injustamente nunca llegó a ser más que un afluente, un tributario. Y es que el Sil en su encuentro con el Miño en Os Peares pierde infundadamente su nombre: “el Sil lleva el agua y el Miño la fama”. Ya lo decía la sabia percepción popular.

Río Sil entre El Bierzo y Galicia. | Isidro Canóniga
El viajero nunca descansa. Sus pausas son sólo algunos instantes de ensoñación, de contemplación de mapas y guías. Este viajero en su afán investigador, ha consultado atlas y ha recopilado hidrologías para acercarse a una injusta verdad: si la jerarquía entre ríos se utiliza para decidir quién es principal y quién es afluente teniendo en cuenta su caudal y longitud, el Sil no debería ser considerado un afluente. El Sil casi duplica al Miño en caudal (173 frente 100 m3/s) y supera en 66,48 kilómetros de longitud al Miño (237,61 frente a los 171,13 km). ¿Por qué entonces el Sil pierde su nombre antes de llegar al mar?


El “Gran Sil” es uno de los más complejos, diversos e históricos ríos ibéricos. ¡El más heroico de todos!. Se le ha comparado con el Rin de las baladas germánicas por su fuerza y belleza. A Gil y Carrasco lo conmovió también esa fuerza y belleza: “Río de las ondas claras y las arenas de oro, en ti el romano, vencedor del mundo, llevó a beber sus miserables siervos, viste después en la vecina altura flotar al viento el pabellón templario”. En sus altos valles floreció una intensa vida monástica que descendía hasta las rías gallegas. Allí vivieron y obraron los grandes taumaturgos de la historia como Fructuoso, Genadio o Gemondo. El “Gran Sil” es un territorio de puentes y molinos, cruceros y hórreos, castros y pazos, iglesias y monasterios de arte fundamentalmente románico o barroco.

Pero, además, el “Gran Sil” tiene un significado cultural y ecológico incógnito e infravalorado. El “Gran Sil” es un espacio de transición biológica y cultural. En su Cuenca se imbrican biogeográficamente húmedas zonas de clima atlántico con templadas y secas zonas mediterráneas dando lugar a una de la más variada e importante diversidad forestal de la Península Ibérica. En sus montañas viven especies tan relevantes como lobos, urogallos y osos pardos.

Los cañones del Sil, en A Ribeira Sacra. | Isidro Canóniga
De color “Sil” es el agua, la sangre, que fluye hasta su desembocadura. Porque Sil según Plinio es ese lodo rojo utilizado como pigmento: “Sil proprie limus est rubri coloris”. El “Gran Sil” es un río de sangre y heridas. Su enérgico caudal abrió cañones y congostos para descubrir los tesoros que lo acabaron matando: oro y carbón, hierro y wolfram, pizarra y caliza, cuarcita y granito. Su generoso caudal lo convirtió en el río más embalsado de España, un río “embalsamado”, lleno de muros y fronteras.

En los últimos cincuenta años inmensos proyectos mineros, hidráulicos y energéticos han cambiado radicalmente el paisaje natural de la Cuenca. Cuarenta centrales hidroeléctricas y dos centrales térmicas suman una potencia instalada de 4000 MW (equivalentes a más de 8 centrales nucleares como Garoña). Debajo de sus aguas de pantanos y embalses yacen decenas de aldeas idílicas, El agua se llevó las gentes siguiendo el camino hacia las ciudades que marcaban las torres eléctricas. Los pantanos acabaron con grandiosos ríos trucheros y salmoneros, viejos puentes y arboledas singulares.

En el “Gran Sil” sus “desarrolladores” siempre se acercaron con una actitud codiciosa e interesada. Esta visión cortoplacista también ha tenido un impacto muy negativo sobre la sociedad: en la actualidad la población de esta Cuenca es cada vez más escasa, pobre y envejecida. La riqueza de su geología, hidrología y biología ha sometido al Sil a una profunda y negativa explotación. La Cuenca del “Gran Sil” quizá sea uno de los territorios más olvidados y heridos de la Península Ibérica.

La cuenca del “Gran Sil” es sangre de vida, savia. La fuerza de sus rojos minerales ha nutrido excepcionalmente a los árboles y las cepas. El rojo de sus aguas se transforma cada otoño en los rojos de los sotos y las viñas, concentrándose en vinos y magostos. Esta cuenca es el lugar de secretas y recoletas tejedas, laureiras y acebedas. De eternos castaños, olivos, alcornoques o encinas.

El “Gran Sil” es un río de vino. Sus aguas riegan cinco denominaciones de origen en el lado español: El Bierzo, Valdeorras, Ribeira Sacra, Ribeiro y Rías Baixas y una en la parte portuguesa, al del Vinho Verde. Para este viajero, descender el Gran Sil será un itinerario sublime por las variedades de uva diversas e históricas: albariño y alvarinho, treixadura, loureiro, brancellao, merençao, mencía o godello. Variedades que sirven para elaborar vinos atlánticos y mediterráneos, vinos únicos y gloriosos. Para los que nos sentimos “Silenses”, paradójicamente apátridas en esta preciosa Tierra, percibimos que la roja sangre del “Gran Sil” ha sabido transmutarse en la savia más verde y dulce del planeta.

Poco tiene más que decir el viajero antes que iniciar su viaje. Salvo decir que no irá solo, que en su periplo le acompañarán algunos libros. Entre ellos El Arroyo de Eliseo Reclus. Eliseo fue geógrafo y militante anarquista, un explorador incansable de la condición humana y natural. También un apasionado de los ríos y arroyos: “A todos los hombres que aman a la vez la poesía y la ciencia, en honor de los ríos estudiaremos en sus aguas, en su espuma, en la arena que arrastra, en las tierras que disuelve y, a pesar de las tinieblas, remontaremos el curso subterráneo hasta la primera gota que la roca transpira; a la luz del día la seguiremos de cascada en cascada, de curva en curva, hasta llegar al inmensa depósito del mar a donde va a confundirse con el infinito”. Reclus recuerda al viajero aquel otro precioso poema de Gil y Carrasco: “Tú eres para mí el amor, un amor triste y perdido, blando y lejano sonido, que lleva un viento traidor”. Sí, Gil y Carraco, para este viajero también el “Gran Sil” es amor. Un querido río de ríos, nunca más afluente.

[Nueva etapa cada lunes en www.lanuevacronica.com]

Cartografía elaborada por Óscar F. Manso